Memoria, territorio y cultura: la diáspora de los fiesteros
Coincido con los profesores Mandly y Llorente en que la base material que sustentó los verdiales a lo largo de siglos es la del hábitat disperso de los Montes de Málaga. En otras palabras, los verdiales son la expresión social y cultural del género de vida de los campesinos que cultivaron estas laderas transformando el bosque de encinas en un encaje de almendros, vides, higueras y olivos sujetado por las blancas horquillas de los lagares. Y aquí viene la fuerza de lo inmaterial. Desde los años Sesenta los campesinos abandonaron esta forma de vida para mejorar sus ingresos trabajando en las nuevas actividades demandadas por la ciudad de Málaga, que pasa de dar nombre a un vino, a ocultarse como capital de la Costa del Sol.
Los moradores de “las casillas” levantaron con sus manos barrios al pie de los caminos que hasta entonces los habían llevado a la ciudad de Málaga con billete de vuelta. Así, la relación entre Puerto de la Torre y el sector de Los Montes más próximo a los partidos de Verdiales y al término municipal de Almogía; entre Mangas Verdes y el Guadalmedina; entre La Mosca y Jarazmín y las cuencas del Jaboneros y del Gálica. Y en todos estos lugares, la fiesta de verdiales ha seguido aglutinando a sus habitantes aún en la diáspora. Las casillas están caídas o reconvertidas bajo otros patrones estéticos y de uso; los olivos y almendros apenas despuntan entre los matorrales y encontrar una viña es encontrar un trébol de cuatro hojas. A la inversa, recorrer las estrechas y pinas calles de Mangas Verdes es reencontrarse con los huertecillos que rodeaban aquel hábitat disperso, limoneros, granados..Pero sobre todo, la fiesta en Orozco, en el Cocodrilo, o en Mangas Verdes el segundo domingo antes de Navidad, te permite oír la savia que desde hace milenios une la tierra a sus habitantes. Porque la Fiesta ya es memoria, territorio y cultura y donde haya un fiestero, estarán Los Montes.
Mª Luisa Gómez Moreno
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